
Del texto: Hacia 1900, sabíamos estar a la vez hoy y ayer, leyendo la Biblia o a Alexandre Dumas, recitando sus clásicos en la estrada, yendo al confesional o al Muro de los federados, tarareando la Marsellesa. O ayer y mañana, cantando la Internacional, leyendo a Émile Zola o a Jules Verne, escuchando al líder del Partido evocar la futura sociedad sin clases. Los humanos del año 2000, para los que ahora es sólo ahora, sabemos sobre todo estar aquí y en otra parte: con nuestro móvil, nuestra tele, nuestros e-mails y nuestros sitios. Parecería incluso, en Occidente, que existir no se siente si no se está en dos sitios a la vez (por el oído, el ojo o los dos). A las citas con los desparecidos sacramentos religiosos o liturgias laicas suceden las relaciones dispersas, la co-presencia instantánea de los contemporáneos, el «contacto» a la horizontal. Los muertos se alejan, los vivos se aproximan. Internet anula a Euclides a fuerza de clics. Es el apogeo del movimiento de despegue comenzado hacia 1850, cuando las noticias se han puesto a ir más rápido que sus portadores.
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